Separatas de Literatura, Arte y Música
Hay libros que un buen día se los encuentra uno hechos. Tal ha sido el caso de éste en el que más que escribir sus páginas me he limitado a quitar aquellas que sobraban. No es que las aquí reunidas se hayan escrito solas, pero sí ajenas al volumen que conforman, ajenas incluso a lo que juzgaba entonces mis intereses. Son todas ellas, o así las consideré en su momento, encargos de los otros, compromisos que por una u otra razón no podía dejar de cumplir. Si vivía en Sevilla, tarde o temprano la ciudad me invitaría a que divagase sobre ella. Y así se formó la sección Escribir en Sevilla, donde se comienza con una mirada a la transformación de su urbanismo a principios de siglo y se termina con un paseo por sus jardines literarios. Por fortuna, quedan lejos los tiempos en los que escribir en cualquier lugar de España era llorar. Hacerlo en Sevilla ha supuesto más bien lo contrario: una actividad felicitaria. Escribir aquí ha sido adentrarse por la historia y la literatura de la ciudad elegida y encontrarse con los ideales de los regeneracionistas, el entusiasmo de Mas y Prat, la nostalgia de Cansinos, los recuerdos y heridas de los Machado, la sombra de Villalón, los viajes de invierno de Gerardo Diego, la inadaptación del joven Cernuda, las claridades de Juan Sierra, la protesta ejemplar de Romero Murube, la lección de Aleixandre, los versos motivados por la faena de un torero esencial, y el testimonio poético de muy contados contemporáneos: José Mª Capote, Julia Uceda y Juan Lamillar.
Y como Sevilla seguía siendo tierra de pintores, quise dejar constancia en los Cuadros de una exposición de las muestras que exponían algunos artistas con los que mantenía entonces un proyecto en común: la revista Separata que por aquel tiempo dirigía, de tan intensa como corta vida. Ellos me pidieron que les escribiese unos textos para sus catálogos; y así lo hice para Juan Suárez, Gerardo Delgado e Ignacio Tovar, una trinidad bien representativa del expresionismo abstracto tan arraigado en la ciudad por la década de los ochenta. En busca de otros horizontes, fui a Italia para entrevistar a Enzo Cucchi, punta de lanza del movimiento de la Trasvanguardia. Dos excelentes pintoras sevillanas, de las denominadas realistas, Teresa Duclós y Carmen Laffón, quisieron asimismo que figurasen unas palabras mías en sus exposiciones madrileñas; como también las escribí para Manuel Benítez Reyes cuando expuso esos paisajes de las playas del sur que he visto tantas veces en los sucesivos veranos.
Siempre la música ha sido mi confesada pasión, y a ella he dedicado algo más que el tiempo libre. La alianza entre música y literatura ha sido lo que me determinó a reunir ciertos escritos de ocasión. En muchos de ellos Sevilla es una constante. Así, en los incluidos en Un nombre en la Opera. Ese nombre no es otro que el de la ciudad, escenario de tantas historias: Las Bodas , Don Juan, Fidelio, El Barbero, La Favorita, Carmen… y muchas otras hasta aproximarse o sobrepasar el centenar. En algunas he pretendido indagar algo; a veces esas indagaciones me han inducido a enfrentarme a otros títulos y a otros autores. Mozart me condujo a Da Ponte y éste a sus Memorias y a la trilogía completa; el Fígaro mozartiano me orientó hacia el de Rossini , y la enigmática personalidad del compositor hizo preguntarme por la elección de su silencio, por su Tancredi, por sus pecados de vejez. En este interés por el Cisne de Pésaro han tenido mucho que ver algunos que me lo descubrieron. Y puesto ya a recorrer los pentagramas y los teatros, hoy le tocaba el turno a Stravinsky, mañana a Busenello, libretista de Cavalli y Monteverdi, y ayer fue el de Falla o Puccini. Piezas dispersas que al final se convirtieron en eslabones de una cadena, la de La palabra cantada, que a su vez se insertaba en otra mayor: la de estas Separatas, ya no separadas ni errantes, sino reunidas y fijas con el pretexto de rescatarlas del olvido.
Una cadena que se ha formado con el tiempo; que unió el que en parte era otro del que soy, como dijo Petrarca mucho antes que Borges. Del proceso de esa elaboración se da cumplida cuenta en la Noticia bibliográfica. El primer texto, el del regreso imposible de Rafael Cansinos-Asséns, data de 1979; el último, la fantasía sobre Carmen, de 1999. Veinte años de ininterrumpido vaivén entre la literatura, la pintura y la música. Tres maneras distintas de ver las cosas, o mejor, una misma forma de concebir la creación artística.
Jacobo Cortines (Sevilla, 6 de Abril de 2000)
Jacobo Cortines ha reunido en estas Separatas buena parte de sus escritos sobre literatura , pintura y música durante veinte años (1979-1999). En la sección Escribir en Sevilla se ha encontrado con los ideales de los regeneracionistas, el entusiasmo de Mas y Prat, la nostalgia de Cansinos, los recuerdos y heridas de los Machado, la sombra de Villalón, los viajes de invierno de Gerardo Diego, la inadaptación del joven Cernuda, las claridades de Juan Sierra, la protesta ejemplar de Romero Murube, la lección de Aleixandre, los versos motivados por la faena de un torero y el testimonio poético de muy contados contemporáneos: José Mº Capote, Julia Uceda y Juan Lamillar.
Cierra esta parte con un paseo literario por los jardines de Sevilla. En los Cuadros de una exposición ha querido dejar constancia de lo que exponían algunos pintores actuales: J. Suárez, G. Delgado, I. Tovar, E. Cucchi, T. Duclós, C. Laffón y M. Benítez. La alianza entre literatura y música fue determinante para los trabajos incluidos en en La palabra cantada. Sevilla es en muchos de ellos una constante, como escenario de famosas óperas. En algunas ha indagado, y esas indagaciones le han llevado a otros títulos y compositores: Rossini, Stravinsky, Falla, Puccini o a Busenello, libretista de Cavalli y Monteverdi. Páginas dispersas que con el tiempo se han convertido en eslabones de una cadena. Una triple mirada a la actividad artística. Lo que equivale a afirmar la identidad de las artes.


