Primera entrega (1974-1978)
Por fin a finales del 78 di a la imprenta sevillana Gráficas del Sur lo que sería mi Primera entrega (1974-1978). Ese fue el título escogido, unos asépticos términos del mundo de la edición, pero a su vez una declaración metafórica de la dedicación, de la entrega de una vida a la Poesía. Recuerdo que estando el libro aún en la imprenta incorporé a última hora unos versos de Petrarca, autor al que empezaba a traducir, por creer que esa cita podría iluminar el sentido del conjunto. Me había llamado la atención el último terceto del soneto CCXI:
Mille trecento ventisette, a punto
su l’ora prima, il dí seto d’aprile,
nel laberinto intrai, né veggio ond’esca.
Mi vida también había entrado en un “laberinto sin salida” y ,en cierta manera, la Primera entrega era su testimonio y su posible liberación. Quedé satisfecho con el libro, conformado por dos secciones: “Pasión fija” y “Crónica de mi terror”, de 13 poemas cada una. No eran muchos los seleccionados, pero creo que en su conjunto revelaban un mundo propio, atormentado, pasional, reflexivo, sin concesiones a la facilidad ni a la insinceridad. El lenguaje se había vuelto más contenido y menos hermético, aunque seguía habiendo poemas abstractos; la métrica se regularizaba frente al versolibrismo inicial; y la presencia de los clásicos españoles del Siglo de Oro crecía y se combinaba con tendencias de actualidad, aunque no faltaba alguna réplica a la Mística, como en los versos finales de “Noche de tierra”:
Apaga, pues, tu fuego que no espero
ni soledad sonora ni azucenas.
La ingenua desatención a la crítica dio como resultado que sobre Primera entrega no se escribiese más que una pequeña nota en el semanario La calle, salida de la pluma de Javier Alfaya.
PASIÓN FIJA
Es así que te encuentro con piernas florecidas,
con espaldas abiertas, desnuda por los labios,
mas la prisa te envuelve a boca y ojos llenos
sin parar en las ansias que el cuello te corroen.
Tu cabeza se rompe, tus pies se resquebrajan
y tu vientre derrama entre las sombras fuego.
Comienza la aventura. Nuevas formas emergen
y en tormenta rodamos por el viento al relámpago,
tal lluvia entre tinieblas, tal trueno entre los truenos.
Perdidas en las memorias arrecian los presentes
como cuadras abiertas a salvajes corceles.
En la playa,
espejo que refleja los párpados cerrados
como felices fósiles que la muerte apetecen.
PAISAJE Y TORMENTA
Negra, tan negra tormenta como el toro,
tan rayos peligrosos como cuernos,
tan roja la tiniebla como sangre
que brota del abismo oscura y tensa.
Tan bronco el trueno como la ronca brama
que turba con temblor el horizonte,
potente el trueno como potente el falo
del toro-trueno tan por el celo ardiente.
Relámpagos continuos amenazan
trocar en fuego el firmamento frío,
tan fuego como fiera que por cuernos
con quemadoras ascuas corneara.
Oh lluvia hiriente y dura, tan espesa,
tan fría, tan látigo en el viento, tan
toro-lluvia que con coraje muge.
¡Oh lluvia, oh trueno, oh frío, oh viento,
oh cuernos-toro, oh resplandor de sangre,
oh fiera negra noche
tan mi tormenta del instante-espera!
EL SUEÑO Y TUS HORMIGAS
Cuando más dulcemente al sueño te confías,
así como tú dices, hormigas te devoran.
Hormigas de recuerdos que roban tu presente
como grano perdido que a germinar no alcanza.
Roída toda entera sin sueño te refugias
en no sé qué disfraz de verdad o mentira.
¿Qué piensas entretanto? ¿Qué pretendes oculta?
¿Reconstruirte acaso en la tiniebla a solas?
Imposible, que de luz necesitan tus ruinas
más aún que de espinas la rosa que la cerquen.
PAISAJE EN RUINAS
Tu silencio me lleva a las ruinas,
como tu llanto amargo a los derrumbes.
¿En dónde el Arquitecto sino en sueños,
mentido ante el miedo a los escombros?
Porque no hay más que escombros sobre escombros
sin horizonte alguno que varíe,
aunque tu amor en el recuerdo sea
como una flor nacida entre las grietas.
CANTOS RODADOS
Porque apenas si pálida la bruma
era la claridad más delicada,
más frágil, más serena, más precisa,
quizás fuese por eso que tu culpa
al crimen o al castigo te invitara.
Porque en nada era hiriente el horizonte,
ni rosas las espumas en la arena,
y era larga la playa y oro el aire,
quizás fuese por eso que dijeras:
¿pero es hermoso el mar?, ¿existe acaso?
Y porque igual que yo quizás tú sepas
que es inútil la duda o la respuesta
y la culpa falaz que te enseñaron,
fuera mejor que de una vez hicieras
lo mismo que hace el mar con lo que escupe.