“Creo que ya puedo dar por terminada la entrega de los Sonetos de Petrarca, después de la larga revisión de hoy. Ha sido lenta e incluso desesperante. He sentido más cansancio que satisfacción. El pequeño librito que salga será sólo el adelanto de un proyecto mayor. No sé si llegará un día en que decida traducir el Cancionero completo.
La traducción significa para mí una aventura retadora de la que sólo conozco sus comienzos. Es una manera de mantener encendida la conciencia poética, y por otra parte un magnífico campo de problemas; obliga continuamente a plantearse lo esencial del verso y del poema, a discernir lo que es absolutamente necesario entre los diversos elementos utilizados, de lo que no es tanto. Es un terreno resbaladizo entre la traición, el sacrificio y la creación.
En los poemas que voy a publicar no creo que haya traición, sí mucho de sacrificio, porque al haber escogido desde un principio el endecasílabo como forma insustituible, por sus posibilidades rítmicas, aparece esa diferencia gigantesca que existe entre las dos lenguas: el italiano y el español. El cómputo silábico del primero es mucho menor que el del segundo, ¡cuánto no hay que luchar para que en la misma unidad métrica no se pierda lo esencial de una lengua a otra!
Desde el principio, también renuncié a mantener la rima en los sonetos, no por las dificultades que implicaría el mantenerla, sino porque la rima italiana me suena menos evidente que la española. Nuestro idioma es demasiado claro en su forma, y el artificio de la rima consonante da como resultado muchas veces –demasiadas- una evidencia que no es lo que se pretende. El texto traducido, el nuevo texto, debe mantener su independencia frente al primitivo, no tiene ni siquiera por qué recordarlo, pues es otro y diferente, y todo lo que signifique debe quedar en sí mismo.
Lo importante del sacrificio es que no sea inútil, sino que sea un medio -aunque en el momento de su realización sea doloroso-, que obtenga un beneficio. A más dolor más fruto, a más sangre de tinta más belleza en el papel. Cuántas veces por no sacrificar se cae en la cicatería cobarde una fidelidad mal entendida. En toda relación armónica debe existir la igualdad y ninguna de las partes debe sentirse inferior, pues un sentimiento de inferioridad podría conducir, como de hecho ocurre, a soterradas venganzas o a peligrosos resentimientos que tarde o temprano dejan entrever tensiones como espinas entre besos.
La entrega definitiva que efectué ayer ha sido de 20 sonetos amorosos. “
Jacobo Cortines (Sevilla, 5-junio-1980)